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Crónicas de un guripa divisionario
Te vas acercando a la zona, la temperatura va cayendo
paulatinamente, y el horizonte se perfila nublado, o neblina de nieve. Se
siente ese frío intenso que te adelanta que será una jornada memorable, sin
pedir opinión a mis huesos. Comenzamos la jornada, hoy ha sido la marcha
conmemorativa de la batalla de Krasny Bor, (cuarta edición). Salimos al
recorrido previsto con la incertidumbre de qué obstáculos nos encontraremos en
el camino, pero contentos y dispuestos, entonando canciones al unísono,
"Yo tenía un camarada", el himno de la División Azul, "
Primavera", y alguna otra, unos con nota y otros al tran tran , apoyándose
en los estribillos para intentar alzar sus voces junto al resto de camaradas.
La nieve sigue cayendo sobre el terreno, y ya nuestras botas
alemanas empiezan a hundirse en la nieve hasta el tobillo, incluso a veces,
hasta casi la rodilla. La inclinación ascendente del camino va cambiando las
canciones por respiración cada vez más agitada, y la cara fresca de la salida
por rostros serios y acalorados por el inevitable esfuerzo que ha de realizarse
para ir escalando lo que se va pareciendo, a cada minuto, a una cuesta arriba
interminable. La vista, también cambia, pasando de esas cabezas altivas y
cuerpos disciplinadamente derechos a cabezas agachadas, al igual que los
cuerpos, mirando muy atentamente cada paso.
La nieve es fina, eso hace que se
traspase con facilidad y también que al levantar el pie, arrastre una gran bola
o pedazo de nieve agarrado a la bota, y elevando considerablemente el peso de
ésta, que no se desprende, y solo se suelta en la siguiente pisada, para
repetir el proceso, casi todas las veces, y aumentando mucho el esfuerzo para
caminar. Con el paso de los pelotones en columna de a tres, al principio, y
modificado a dos, según qué tramos, en el camino nevado se va formando un surco
por las pisadas continuas de los guripas, bien aprovechados por los pelotones
de retaguardia, ya que ha quedada la nieve endurecida, pero con la desventaja
de que, precisamente este efecto, puede producir fácilmente deslizamientos y
desequilibrios, algo que no tarda en producirse durante el resto de la marcha.
La fatiga y el sudor va haciendo acto de presencia y comienza a hacer algunos
pequeños estragos entre los menos experimentados, los cuales van pidiendo
descansos, que vamos realizando a ciertos intervalos. Seguimos avanzando entre
un paisaje tan nevado que oculta totalmente las referencias conocidas, piedras,
bifurcaciones, cierta puerta, cierto árbol, senderos identificables, todo lo
iguala la nieve convirtiendo cuanto alcanza la vista en una preciosa estampa,
pero ineficaz para orientarse. Finalmente, con el esfuerzo y talento de los más
veteranos encauzamos la marcha y seguimos avanzando, como reza la canción. La
nieve que ya lleva tiempo cayendo sobre nuestras cabezas ha
empapado todo el equipo, entumecido manos y dedos, aumentado el peso del
uniforme, que ahora mojado, parece pesar el doble. Abrir un botón de un bolsillo,
guerrera o camisa resulta un esfuerzo que hay que medir muy bien, y procurar
que sea rentable, pues luego habrá que cerrarlo nuevamente.
La panera va llena con dispendios propios más la ración de
hierro suministrada al principio por nuestro oficial, el teniente de la
Compañía, el cual encabeza la marcha; Seguimos avanzando, peleando por mantener
el equilibrio al pasar campo a través, por una zona boscosa muy densa, con
ramas bajas que arañan y rasgan nuestros uniformes divisionarios, por lo que
hay que sortearlos cuidadosamente. La inclinación es muy pronunciada, y aquí un
servidor, evitó una caída, al menos unas 40 veces, por el terreno deslizante
semi nevado del bosque.
Finalmente, y tras unos 12 interminables kilómetros,
llegamos al último tramo, donde nos recomponemos, para entrar en el pueblo en
formación y desfilando, con marcialidad y plena satisfacción, tras haber
repelido varios ataques soviéticos por el camino, e intento de cercarnos, sin
éxito, pues los guripas estuvimos prestos y efectivos en devolver el fuego a
los ruskis.
Hoy fuimos un poco, sólo un poquito, algo parecido a aquellos que
emulamos, recreamos y conmemoramos. Aún con todo, he conseguido mantener, esta
vez, mis pies secos, y cómo se agradece. Ahí queda ya nuestro humilde homenaje,
a nuestra manera, a la gloriosa División Azul.
Hoy ha sido un gran día.
Te vas acercando a la zona, la temperatura va cayendo
paulatinamente, y el horizonte se perfila nublado, o neblina de nieve. Se
siente ese frío intenso que te adelanta que será una jornada memorable, sin
pedir opinión a mis huesos. Comenzamos la jornada, hoy ha sido la marcha
conmemorativa de la batalla de Krasny Bor, (cuarta edición). Salimos al
recorrido previsto con la incertidumbre de qué obstáculos nos encontraremos en
el camino, pero contentos y dispuestos, entonando canciones al unísono,
"Yo tenía un camarada", el himno de la División Azul, "
Primavera", y alguna otra, unos con nota y otros al tran tran , apoyándose
en los estribillos para intentar alzar sus voces junto al resto de camaradas.
La nieve sigue cayendo sobre el terreno, y ya nuestras botas
alemanas empiezan a hundirse en la nieve hasta el tobillo, incluso a veces,
hasta casi la rodilla. La inclinación ascendente del camino va cambiando las
canciones por respiración cada vez más agitada, y la cara fresca de la salida
por rostros serios y acalorados por el inevitable esfuerzo que ha de realizarse
para ir escalando lo que se va pareciendo, a cada minuto, a una cuesta arriba
interminable. La vista, también cambia, pasando de esas cabezas altivas y
cuerpos disciplinadamente derechos a cabezas agachadas, al igual que los
cuerpos, mirando muy atentamente cada paso.
La nieve es fina, eso hace que se traspase con facilidad y también que al levantar el pie, arrastre una gran bola o pedazo de nieve agarrado a la bota, y elevando considerablemente el peso de ésta, que no se desprende, y solo se suelta en la siguiente pisada, para repetir el proceso, casi todas las veces, y aumentando mucho el esfuerzo para caminar. Con el paso de los pelotones en columna de a tres, al principio, y modificado a dos, según qué tramos, en el camino nevado se va formando un surco por las pisadas continuas de los guripas, bien aprovechados por los pelotones de retaguardia, ya que ha quedada la nieve endurecida, pero con la desventaja de que, precisamente este efecto, puede producir fácilmente deslizamientos y desequilibrios, algo que no tarda en producirse durante el resto de la marcha.
La fatiga y el sudor va haciendo acto de presencia y comienza a hacer algunos
pequeños estragos entre los menos experimentados, los cuales van pidiendo
descansos, que vamos realizando a ciertos intervalos. Seguimos avanzando entre
un paisaje tan nevado que oculta totalmente las referencias conocidas, piedras,
bifurcaciones, cierta puerta, cierto árbol, senderos identificables, todo lo
iguala la nieve convirtiendo cuanto alcanza la vista en una preciosa estampa,
pero ineficaz para orientarse. Finalmente, con el esfuerzo y talento de los más
veteranos encauzamos la marcha y seguimos avanzando, como reza la canción. La
nieve que ya lleva tiempo cayendo sobre nuestras cabezas ha
empapado todo el equipo, entumecido manos y dedos, aumentado el peso del
uniforme, que ahora mojado, parece pesar el doble. Abrir un botón de un bolsillo,
guerrera o camisa resulta un esfuerzo que hay que medir muy bien, y procurar
que sea rentable, pues luego habrá que cerrarlo nuevamente.
La nieve es fina, eso hace que se traspase con facilidad y también que al levantar el pie, arrastre una gran bola o pedazo de nieve agarrado a la bota, y elevando considerablemente el peso de ésta, que no se desprende, y solo se suelta en la siguiente pisada, para repetir el proceso, casi todas las veces, y aumentando mucho el esfuerzo para caminar. Con el paso de los pelotones en columna de a tres, al principio, y modificado a dos, según qué tramos, en el camino nevado se va formando un surco por las pisadas continuas de los guripas, bien aprovechados por los pelotones de retaguardia, ya que ha quedada la nieve endurecida, pero con la desventaja de que, precisamente este efecto, puede producir fácilmente deslizamientos y desequilibrios, algo que no tarda en producirse durante el resto de la marcha.
La panera va llena con dispendios propios más la ración de
hierro suministrada al principio por nuestro oficial, el teniente de la
Compañía, el cual encabeza la marcha; Seguimos avanzando, peleando por mantener
el equilibrio al pasar campo a través, por una zona boscosa muy densa, con
ramas bajas que arañan y rasgan nuestros uniformes divisionarios, por lo que
hay que sortearlos cuidadosamente. La inclinación es muy pronunciada, y aquí un
servidor, evitó una caída, al menos unas 40 veces, por el terreno deslizante
semi nevado del bosque.
Hoy fuimos un poco, sólo un poquito, algo parecido a aquellos que emulamos, recreamos y conmemoramos. Aún con todo, he conseguido mantener, esta vez, mis pies secos, y cómo se agradece. Ahí queda ya nuestro humilde homenaje, a nuestra manera, a la gloriosa División Azul.
Hoy ha sido un gran día.